
Los Andes y el terremoto de 1985
Los terremotos han sido una constante en toda la historia de Chile, acumulando gigantescas catástrofes en su haber.
La mayoría de los chilenos recuerda el gran sismo de febrero de 2010. Y probablemente, muchos compatriotas pueden acordarse dónde se encontraban durante los terremotos ocurridos en 1960 y 1985. Incluso los de más edad rememorarán el de Chillán de 1939. Los terremotos han sido una constante en toda la historia de Chile.
Con el pasar del tiempo, los terremotos han pasado a formar parte de la identidad colectiva de los chilenos, quedando registrados en la cultura popular a través de la tradición oral.
El terremoto de 1985: cuando la tierra sacudió a la mitad de Chile
El 3 de marzo de ese año un terremoto grado 7,8 en la escala de Richter remeció con violencia las regiones centrales del país. El movimiento sísmico dejó 177 muertos, daños millonarios y un sentimiento de miedo generalizado.
La tarde del domingo 3 de marzo de 1985 había transcurrido en Chile como casi todas las tardes de aquel lejano y caluroso verano. Apacible, familiar y canicular. Quizás lo único diferente era que ese día los cielos habían aparecido levemente nublados en las regiones centrales, acababa de jugar la selección nacional de fútbol en el extranjero y al día siguiente miles de estudiantes, que se despedían con nostalgia de la temporada veraniega, se aprestaban a ingresar a escuelas y colegios.
Pero, a las 19.47 hrs, todo cambió de golpe. La tierra comenzó a moverse compulsivamente, anunciando un terremoto de gran magnitud, que alcanzaría con el correr de los minutos una intensidad de 7,8 en la escala de Richter.
Con epicentro en la costa central de la región de Valparaíso, el terremoto se había producido como consecuencia de una falla inversa entre placas. La placa de Nazca, que avanzaba hacia el este, había hecho un violento contacto con la placa de Sudamérica, que avanzaba a su vez hacia el oeste.
Daños millonarios
El sismo, que se sintió entre la región de Antofagasta y la región de Los Lagos, alcanzó su mayor violencia en la zona central del país. Los daños fueron catastróficos, especialmente en zonas puntuales como Santiago, San Antonio y Valparaíso. En localidades rurales y semirurales de las regiones Metropolitana, de O’Higgins y del Maule (como Melipilla, Alhué y Rengo) el terremoto fue especialmente destructivo, lo que se constató con el derrumbe de numerosas construcciones y edificaciones hechas de adobe (material hecho a partir de una masa de barro, arcilla y arena, mezclada a veces con paja, moldeada en forma de ladrillo y secada al sol).
Pero no sólo se cayeron casas. También se interrumpieron los servicios básicos, se registraron numerosos deslizamientos de tierra y grandes roturas de pavimento en la Ruta Panamericana, el puerto de San Antonio quedó prácticamente inutilizable, Valparaíso perdió el 50 por ciento de su capacidad para manejar carga, muchos caminos secundarios quedaron intransitables y se reportaron caída de puentes y daños considerables en la infraestructura de las ciudades y localidades afectadas.
El recuento final de víctimas también fue muy penoso. Fallecieron 177 personas, mientras 2.575 resultaron heridas. Más de 142 mil viviendas resultaron destruidas y se reportaron más de 670 mil damnificados. Los daños totales, en tanto, fueron avaluados en más de 1.046 millones de dólares.
Pero el perjuicio no fue solamente económico sino que también psicológico. Muchos chilenos quedaron verdaderamente traumatizados con la intensa experiencia, aprendiendo y sufriendo en carne propia la enseñanza de que el nuestro es uno de los países más sísmicos de la tierra.
Los chilenos que todavía no nacían en esa época o que eran demasiado pequeños para recordar el terremoto, tendrían que esperar 25 años para experimentar un movimiento sísmico de igual connotación y poder destructivo. En la madrugada del 27 de febrero del 2010 la tierra volvería a sacudir al país, aunque esta vez acompañado de un devastador tsunami.
Los efectos del Terremoto en Los Andes
El pánico y la desesperación se apodero de toda la población de la provincia de Los Andes, produciendo daños estructurales en las edificaciones y viviendas de la comunidad, que eran de material ligero.
La autoridad de la época en Los Andes realizo un balance total de la situación, con daños estructurales en las viviendas, reportando un total de 122 viviendas en la provincia con un total de 693 damnificados registrados, y en el Paso Fronterizo fue obstaculizado por efecto de una gigantesca roca de 400 toneladas que se desprendió del cerro Juncal, Fue necesaria la aplicación de explosivos para demoler la roca.
Uno de los edificios que presento mayores daños fue la Iglesia La Asunción y Padres Pasionista, donde se desprendieron el frontis y cornisa.
Las familias afectadas fueron auxiliadas por la Municipalidad de Los Andes derivándolas al albergue de la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas.
Hubieron Heridos por la caída de cornisas, techumbres y derrumbes por los efectos del sismo derivándolos a la Posta de Urgencia del Hospital San Juan de Dios y un muerto por la réplica del sismo en Calle Larga por una insuficiencia cardiaca.
Fue un gran golpe para el comercio, ya que hubo un gran deterioro y daños en las infraestructuras de los locales comerciales de la época, llegando a tener a más del 60% con algún tipo de destrucción.
La Provincia de Los Andes pudo surgir por las colaboraciones y donaciones que hubo de todo el país, de diferentes empresas e instituciones, logrando así poder levantarse de esta tragedia, con una inversión del estado de 1.100 millones de pesos para la provincia de Los Andes.